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Monday, June 27, 2016

Outsider, ¿qué es eso? 6min 1

Outsider, ¿qué es eso? 6min 1 Nº1872 - 23 AL 29 DE JUNIO DE 2016 Escribe Danilo Arbilla Danilo Arbilla Danilo Arbilla Hace poco más de dos años, una editorial me propuso escribir un libro sobre Jorge Batlle. ¿Por qué a mí? No escribo libros. Quizás porque la editorial confiaba o tenía esperanzas de que yo consiguiera que Batlle hablara, lo que se entendía era un requisito ineludible dado el protagonista y el objetivo buscado. Parece que Batlle ya había rechazado más de una propuesta en ese sentido. La idea me gustó. Una razón: porque tengo un gran respeto y admiración por Jorge Batlle. Creo que es un grande. De esos ídolos de verdad que los uruguayos no soportamos mucho. No debería ser así, y más respecto a este caso específico: los uruguayos tuvimos la suerte de que fuera Batlle el presidente durante una de las crisis mayores y de los momentos más difíciles que enfrentó nuestro país. Lo manejó bien, hecho que prácticamente reconocen todos, aunque algunos a regañadientes. Y lo hizo con casi todos en contra: propios y extraños, amigos, adversarios y enemigos. Además, con total libertad de prensa —vale destacarlo— porque eso no es demasiado común, menos en épocas de crisis y cuando las cosas les van mal a gobernantes y políticos en el gobierno. Otra de mis razones es que tras 53 años como periodista, me he enterado, he visto y puedo dar testimonio de muchas cosas que no se saben vinculadas con el dirigente político en cuestión, que podrían agregarse y hasta enriquecer al proyectado libro. Por ejemplo, la preocupación de un dimitente ministro de Defensa Nacional porque el capataz de su estancia se había quedado sin yerba, la noche que se decretó la prisión de Batlle por haber denunciado un complot militar (octubre de 1972). Mientras que en la Región Militar Nº 1 los mandos militares, por primera vez, expresamente y a cara descubierta, desconocían el mando presidencial, el secretario de Estado —vía “larga distancia”— calmaba a su colaborador que no entendía “que estaba un poco ocupado”, prometiéndole que al día siguiente le enviaría cinco kilos de yerba. Conocí a Batlle, profesional y personalmente, hace unos 47 años, cuando le hice una entrevista para “El Diario” de la noche. Guardo una foto de la misma; ¡qué jóvenes que éramos! Desde entonces, mantengo con él una relación, en ambos planos, muy fluida. Eso sí, por períodos, los que sumados dan unos 17 años, más o menos. Los restantes 30 han estado jalonados con desplantes, teléfonos que no contesta, indiferencia e ignorancia del periodista, y no por ello dejo de insistir. En definitiva, es su tarea y, además, todos conocemos el estilo de Batlle. Batlle aceptó considerar la idea del libro. En la editorial todos contentos y yo también. A los tres meses respondió que no. “No tengo tiempo”, me dijo. Y me lo explicó: “Al Partido Colorado le va a ir muy mal en las próximas elecciones (2014). Será su peor momento pero no el fin. La crisis lo situará en una encrucijada: desaparecer o resurgir. Yo creo que estarán dadas las condiciones para el renacimiento y mi prioridad para los próximos años es dedicarme a colaborar en ello. No puedo perder tiempo en otras cosas. Para el libro van a ser muchas horas de entrevistas que me van a sacar de mi foco de atención. No es el momento. Además, no creo que necesite un libro y menos ahora: que nadie vaya a pensar que me estoy promoviendo y que tengo alguna ambición personal. No ayudaría en nada a mi propósito. Quizás más adelante”. —¿Más adelante?...Yo sé que los Batlle son longevos…— atiné a decir. Me interrumpió: —Vea, los longevos somos los Tálice. —Es que yo no lo decía por los Batlle, sino por los Arbilla. Sería una lástima que quedaran tantas cosas por saber. Batlle a la carga. Leí hace unos días (Búsqueda, 9 de junio, pág. 10) que Jorge Batlle se abocará decididamente y full time a esa tarea de recuperación, potenciación y resurgimiento del Partido Colorado, que me había anunciado dos años atrás. No es mal momento. Como él decía. Al gobierno las cosas se le complican. Las encuestas lo dan bajando. El futuro no es color de rosa. Hasta cuando se barajan nombres para sus candidatos se nota: la “promesa” que tenían sufrió más de un traspié; al intendente montevideano habrá que ver cómo le va en su gestión —parecería que además tendría problemas con el gobierno central, por interpósita persona— y los dos nombres más pesados (Mujica y Astori) nos hablan de un vacío en términos de “renovación generacional”. En cuanto al Partido Nacional, que ha sido el “enemigo” en las dos últimas carreras, no es fácil predecir el futuro. Como que está más ordenado y tiene un discurso bastante coherente. Pero, al mismo tiempo, está “taponeado”, lo que cierra el paso a nuevas figuras y además creo que el discurso no es, ni ha sido, el que la gente espera; esto es, el que pueda convocar y convencer a las mayorías. Que al gobierno las cosas le vayan mal o menos bien que antes compromete su suerte, pero no basta con ello: hay que ponerle algo enfrente. Algo que sea combativo, convincente, creíble y diferente. Ni revolución ni cambio: solo otra cosa. No más de lo mismo. El Partido Colorado decididamente está maltrecho. Por donde se lo mire. Está muy abajo respecto a los otros, pero a la vez es cierto que es el que tiene más espacio hacia arriba. El asunto es cómo se hace para remontar. ¿Dónde está el piloto? ¿Quién es el piloto? El outsider. Para Batlle, el piloto “tiene que ser un completo outsider”. ¿Y eso qué es? ¿Uno de afuera? Confieso que los outsiders me asustan, y más si repasamos la lista en la región —el Uruguay no tiene mucho para aportar, por ahora—. Veamos: comencemos con Menem —que en alguna forma lo fue— (“parece un chulo, con perdón de los chulos”, dijo el “ABC” de Madrid) y hay que ver en lo que terminó. Alberto Fujimori y Mario Vargas Llosa (dos clásicos): así les fue a los peruanos con el primero, mientras el segundo cuando trata el tema parece perder la elegancia y lucidez que lo caracterizan en tantas otras cosas. Hugo Chávez, Ricardo Martinelli, Rafael Correa, los Kirchner, Evo Morales, Ollanta Humala y hasta Lula y Obama. Todos outsiders, o diferentes, que vienen de afuera, que no tienen que ver con la política, que no son políticos (¿qué son?; con esa característica Uruguay puede aportar lo suyo). Todos, o casi todos, fueron “puestos” o sugeridos por algunos pocos; también de afuera. Elegidos en función de los intereses de esos pocos, aunque después los apoye la gente (y a los “digitadores” les salga el tiro por la culata). El caso de Chávez es elocuente: los que lo llevaron y lo impulsaron, tres años después quisieron sacarlo. Están también los que han visto la oportunidad para capitalizar el hastío, la indignación, las necesidades y hasta las ilusiones de la gente de encontrar “un tutor” que haga el milagro de arreglarle las cosas y, si es posible sin mucho trabajar, mejor. Es el caso de esos muchachos de Podemos y Ciudadanos en España. Otros pasaron o estaban ahí en el momento justo, como Obama y Clinton (la señora). Los estadounidenses estaban con la moda de cambiar —muy ayudados por Bush— pero eso sí: nada de fondo. En todo caso una mujer o un afroamericano. Algo distinto. Y ligó Obama, mas novato que outsider. Hasta le consiguieron a cuenta el Premio Nobel de la Paz; me da la sensación de que lo quedó debiendo. El fenómeno Trump, en gran medida, es una consecuencia de su gestión. Volviendo al Uruguay, es bueno, sin duda, que se integre gente nueva y se agite el debate interno; en el Partido Colorado y en todos los que haya y pueda haber. Pero digitar uno de afuera y ya con nombre y apellido, es otra cosa. Para empezar, va a ser resistido por la dirigencia actual, por poco que represente, y el debate va a disparar por el lado de los tomates y no por donde debe darse. Y, además, ¿por qué lo va a aceptar la gente? El propio Partido Colorado tiene experiencia respecto a lo riesgoso que es no afinar la puntería respecto al candidato. Por algo comenzó su descenso. Los líderes, los verdaderos, no surgen en laboratorios. Ni se inventan. Es la gente, espontáneamente, con esa sabiduría e intuición —que hace que el sistema de voto universal sea el mejor—, la que elige a sus conductores. En Uruguay abundan los ejemplos de políticos que nunca nadie se imaginó que iban a contar con tanto apoyo y seguidores (y votos) y, sin embargo, la gente los eligió. El caso de los blancos, para citar uno: durante años buscaron al líder (caudillo, digamos, aunque parezca mala palabra). Que Martín Etchegoyen, heredero de Herrera, que Fernández Crespo, que Gallinal…ninguno hasta que apareció Wilson: ni heredero, ni familiar y sin medios, pero fue al que la gente eligió. Es innegable que ha crecido el número de ciudadanos que creen que es hora de un recambio en el gobierno. Pero hay que presentarles una buena opción, diferente, que los convenza. No basta con inventar un candidato o con traerlo de otro lado o de afuera, ni tampoco con autoerigirse en el punto de convergencia y decirle a la gente “síganme porque en mí pueden confiar unos y otros, cualquiera sea el color”. No va por esos lados. Y menos en estos tiempos-----------------------------------.http://www.busqueda.com.uy/nota/outsider-que-es-eso -------------------------------------------------------------------------------------------------- 1 Recomendaciones Compartir:     Siguiente nota Haciendo boca La pequeña agenda “Los italianos necesitan enamorarse otra vez de Italia” Quizás también te interese Fuego cruzado DE MÁS / DE MENOS ------http://www.busqueda.com.uy/nota/outsider-que-es-eso La comandante de una empresa millennial

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