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OCTUBRE,TROTSKY,LENIN,
OCTUBRE
SIN TROTSKY…En un lejano artículo sobre la revolución rusa, el crítico
de cine que gistaba llamarse “viejo trotsko”, Ángel Fernández Santos,
se interroga sobre la cuestión en los términos siguientes; …Adonde están
los restos, si es que no han sido quemados, de la hora larga que Stalin
mandó amputar de Octubre, dejando a la genial película completamente
desmedulada y coja. Y a continuación, sintetiza así su versión de lo que
algunos considera el mayor ejemplo de censura (aunque peor hubiera sido
sí Viridiana llega a desaparecer como pretendió Franco): Cuando en 1925-1926, Sergei Eisenstein rodó su Octubre
todavía León Trotsky era universalmente indiscutido como supremo
estratega y conductor de la Revolución de Octubre de 1917 en San
Petersburgo, pero año y medio después, cuando iba a estrenarse la
película, Stalin ya había decidido borrarle del mapa de la historia de
Rusia y ordenó arrancar de las bobinas, que abarcaban más de tres horas
de metraje, cualquier huella de Trotsky. Más de una hora de genio
cinematográfico se hizo así humo, invisible humo.
Quedaron
únicamente a salvo dos pequeñas hilachas, que se filtraron entre las
prisas de la burocracia soviética por acabar con aquella vulneración de
la verdad artística e histórica: se les escapó la inconfundible
presencia de aquel hombre de gafitas estilo "quevedo" que hay junto a
Lenin en la escena del retorno de éste de Finlandia hacerse cargo del
mando de la sublevación de Petrogrado; y se le coló también el instante,
casi visto y no visto, en que, entre un abrir y cerrar de puertas, se
ve a un hombre joven de pelo negro encrespado, inclinado sobre una mesa,
firmar y firmar frenéticamente orden tras orden en un despacho del
instituto Smolny, cuartel general del líder del Octubre real, arrancado
por Stalin del Octubre cinematográfico.
Estas líneas pertenecen al artículo El cine invisible (Cinemanía nº 34, octubre 1998). Su autor, Ángel Fernández Santos publicó en uno de los primeros números de Ruedo Ibérico, un memorable trabajo sobre las ideas de Trotsky sobre el arte y la cultura
en la que se ofrecía información sobre la corriente socialista de
izquierdas, la largocaballerista durante la II República española.
Antemos
que, por otro lado, resultan cuanto menos curiosos algunos comentarios
políticos insertos sobre la película en trabajos de especialistas, como
el de Augusto M. Torres en Videoteca básica del cine
(Alianza Ed., Madrid, 1993), que compara el caso de la desaparición de
Trotsky en el metraje con unas opiniones actuales "que conceden mayor
importancia a Kerenski que a Lenin" (1993; 418), algo absolutamente
descabellado desde cualquier aproximación histórica. Valga como por
ejemplo las líneas del académico José Mª Caparrós, que en su manual 100 películas sobre historia contemporánea
(Alianza Ed., Madrid, 1997), hace sostener a Trotsky "que un régimen
comunista en un solo país era una anomalía y que la revolución
proletaria únicamente se salvaría cuando el mundo entero hubiera sido
encaminado por esa vía" (p. 205), cuando sería mucho más preciso decir
que la revolución rusa fue concebida como un "prologo" a la extensión de
la revolución al menos en algunos de los países industrializados.
zucolinni
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