Casalás
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La primera vez que tomé conciencia de que una murga podía decir cosas poéticamente, criticando y haciendo pensar, fue cuando escuché a la Falta cantar “Una mano paloma” de Julio Julián.
Han pasado ya 38 años.
Al recuperarse las libertades democráticas, entre ellas la de expresión, el canto murguero fue dejando de lado esa veta poética utilizada para eludir la censura y dejó paso a la crítica pura y dura. Pero aún estando en desacuerdo con algunas propuestas carnavaleras, la gente entendía el canto satírico dirigido hacia los gobernantes de turno, generalmente blancos y colorados, que ejercían el poder.
Al llegar la izquierda al gobierno, esa crítica lacerante dejó paso a propuestas estéticamente más teatrales, de alto nivel coreográfico y de vestuario.
Pero de crítica, poco y nada.
Así, pasaron casi desapercibidos o fueron tratados muy suavemente en el carnaval, hechos como el de Pluna y sus derivaciones, Ancap y sus millonarias pérdidas, Sendic y su título inexistente y tantos otros.
Temas sociales, de la vida o las nuevas tecnologías ocuparon los repertorios, pero de sátira pura y dura como la de antes, ni un versito.
Temas sociales, de la vida o las nuevas tecnologías ocuparon los repertorios, pero de sátira pura y dura como la de antes, ni un versito.
Confieso que este año no he visto aún ningún conjunto. Pero leyendo algunas letras que circulan por ahí, llama poderosamente la atención la virulencia desatada contra la decisión del soberano, inclinándose hacia una propuesta contraria a la de la izquierda.
Lo esperable tal vez, hubiera sido apreciar cierta autocrítica hacia los responsables del desencanto de la mayoría del pueblo uruguayo con el Frente Amplio.
Lejos de esto, arrecian advertencias de lucha dura frente a un supuesto gobierno para los ricos, como si hacerle el caldo gordo a UPM fuera gobernar en beneficio de empresarios pobres y populares.
Viendo el dos de la muestra, me atrevería a decir que si el carnaval deja de existir (como lo pronosticó “Tinta Brava”) no es por Lacalle Pou el cual ya tendrá cosas para criticar. Sino por lo poco divertida de las propuestas, que en lugar de entretener y hacer pensar, crispan puños y ponen pelos de punta.
Para mazorquearse, mejor se escucha a dirigentes del PIT CNT, que las carnestolendas deben ser más creativas, divertidas y verdaderamente populares.
Tal parece que no hay nada que rever después de quince años populistas.
Siga el corso, siga el corso…
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