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Monday, November 21, 2016
Lo que sucedió al árbol de la Mentira
Lo que sucedió al árbol de la Mentira
Cuento XXVI
Lo que sucedió al árbol de la Mentira
Un día hablaba el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le dijo:
-Patronio, sabed que estoy muy pesaroso y en continua pelea con unos
hombres que no me estiman, y son tan farsantes y tan embusteros que
siempre mienten, tanto a mí como a quienes tratan. Dicen unas mentiras
tan parecidas a la verdad que, si a ellos les resultan muy beneficiosas,
a mí me causan gran daño, pues gracias a ellas aumentan su poder y
levantan a la gente contra mí. Pensad que, si yo quisiera obrar como
ellos, sabría hacerlo igual de bien; pero como la mentira es mala, nunca
me he valido de ella. Por vuestro buen entendimiento os ruego que me
aconsejéis el modo de actuar frente a estos hombres.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que hagáis lo mejor y más
beneficioso, me gustaría mucho contaros lo que sucedió a la Verdad y la
Mentira.
El conde le pidió que así lo hiciera.
-Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, la Verdad y la Mentira se pusieron
a vivir juntas una vez y, pasado cierto tiempo, la Mentira, que es muy
inquieta, propuso a la Verdad que plantaran un árbol, para que les diese
fruta y poder disfrutar de su sombra en los días más calurosos. La
Verdad, que no tiene doblez y se conforma con poco, aceptó aquella
propuesta.
»Cuando el árbol estuvo ya plantado y había empezado a crecer frondoso,
la Mentira propuso a la Verdad que se lo repartieran entre las dos, cosa
que agradó a la Verdad. La Mentira, dándole a entender con razonamientos
muy bellos y bien construidos que la raíz mantiene al árbol, le da vida
y, por ello, es la mejor parte y la de mayor provecho, aconsejó a la
Verdad que se quedara con las raíces, que viven bajo tierra, en tanto
ella se contentaría con las ramitas que aún habían de salir y vivir por
encima de la tierra, lo que sería un gran peligro, pues estarían a
merced de los hombres, que las podrían cortar o pisar, cosa que también
podrían hacer los animales y las aves. También le dijo que los grandes
calores podrían secarlas, y quemarlas los grandes fríos; por el
contrario, las raíces no estarían expuestas a estos peligros.
»Al oír la Verdad todas estas razones, como es bastante crédula, muy
confiada y no tiene malicia alguna, se dejó convencer por su compañera
la Mentira, creyendo ser verdad lo que le decía. Como pensó que la
Mentira le aconsejaba coger la mejor parte, la Verdad se quedó con la
raíz y se puso muy contenta con su parte. Cuando la Mentira terminó su
reparto, se alegró muchísimo por haber engañado a su amiga, gracias a su
hábil manera de mentir.
»La Verdad se metió bajo tierra para vivir, pues allí estaban las
raíces, que ella había elegido, y la Mentira permaneció encima de la
tierra, con los hombres y los demás seres vivos. Y como la Mentira es
muy lisonjera, en poco tiempo se ganó la admiración de las gentes, pues
su árbol comenzó a crecer y a echar grandes ramas y hojas que daban
fresca sombra; también nacieron en el árbol flores muy hermosas, de
muchos colores y gratas a la vista.
»Al ver las gentes un árbol tan hermoso, empezaron a reunirse junto a él
muy contentas, gozando de su sombra y de sus flores, que eran de colores
muy bellos; la mayoría de la gente permanecía allí, e incluso quienes
vivían lejos se recomendaban el árbol de la Mentira por su alegría,
sosiego y fresca sombra.
»Cuando todos estaban juntos bajo aquel árbol, como la Mentira es muy
sabia y muy halagüeña, les otorgaba muchos placeres y les enseñaba su
ciencia, que ellos aprendían con mucho gusto. De esta forma ganó la
confianza de casi todos: a unos les enseñaba mentiras sencillas; a
otros, más sutiles, mentiras dobles; y a los más sabios, mentiras
triples.
»Señor conde, debéis saber que es mentira sencilla cuando uno dice a
otro: «Don Fulano, yo haré tal cosa por vos», sabiendo que es falso.
Mentira doble es cuando una persona hace solemnes promesas y juramentos,
otorga garantías, autoriza a otros para que negocien por él y, mientras
va dando tales certezas, va pensando la manera de cometer su engaño. Mas
la mentira triple, muy dañina, es la del que miente y engaña diciendo la
verdad.
»Tanto sabía de esto la Mentira y tan bien lo enseñaba a quienes querían
acogerse a la sombra de su árbol, que los hombres siempre acababan sus
asuntos engañando y mintiendo, y no encontraban a nadie que no supiera
mentir que no acabara siendo iniciado en esa falsa ciencia. En parte por
la hermosura del árbol y en parte también por la gran sabiduría que la
Mentira les enseñaba, las gentes deseaban mucho vivir bajo aquella
sombra y aprender lo que la Mentira podía enseñarles.
»Así la Mentira se sentía muy honrada y era muy considerada por las
gentes, que buscaban siempre su compañía: al que menos se acercaba a
ella y menos sabía de sus artes, todos lo despreciaban, e incluso él
mismo se tenía en poco.
»Mientras esto le ocurría a la Mentira, que se sentía muy feliz, la
triste y despreciada Verdad estaba escondida bajo la tierra, sin que
nadie supiera de ella ni la quisiera ir a buscar. Viendo la Verdad que
no tenía con qué alimentarse, sino con las raíces de aquel árbol que la
Mentira le aconsejó tomar como suyas, y a falta de otro alimento, se
puso a roer y a cortar para su sustento las raíces del árbol de la
Mentira. Aunque el árbol tenía gruesas ramas, hojas muy anchas que daban
mucha sombra y flores de colores muy alegres, antes de que llegase a dar
su fruto fueron cortadas todas sus raíces pues se las tuvo que comer la
Verdad.
»Cuando las raíces desaparecieron, estando la Mentira a la sombra de su
árbol con todas las gentes que aprendían sus artimañas, se levantó
viento y movió el árbol, que, como no tenía raíces, muy fácilmente cayó
derribado sobre la Mentira, a la que hirió y quebró muchos huesos, así
como a sus acompañantes, que resultaron muertos o malheridos. Todos,
pues, salieron muy mal librados.
»Entonces, por el vacío que había dejado el tronco, salió la Verdad, que
estaba escondida, y cuando llegó a la superficie vio que la Mentira y
todos los que la acompañaban estaban muy maltrechos y habían recibido
gran daño por haber seguido el camino de la Mentira.
»Vos, señor Conde Lucanor, fijaos en que la Mentira tiene muy grandes
ramas y sus flores, que son sus palabras, pensamientos o halagos, son
muy agradables y gustan mucho a las gentes, aunque sean efímeros y nunca
lleguen a dar buenos frutos. Por ello, aunque vuestros enemigos usen de
los halagos y engaños de la mentira, evitadlos cuanto pudiereis, sin
imitarlos nunca en sus malas artes y sin envidiar la fortuna que hayan
conseguido mintiendo, pues ciertamente les durará poco y no llegarán a
buen fin. Así, cuando se encuentren más confiados, les sucederá como al
árbol de la Mentira y a quienes se cobijaron bajo él. Aunque muchas
veces en nuestros tiempos la verdad sea menospreciada, abrazaos a ella y
tenedla en gran estima, pues por ella seréis feliz, acabaréis bien y
ganaréis el perdón y la gracia de Dios, que os dará prosperidad en este
mundo, os hará muy honrado y os concederá la salvación para el otro.
Al conde le agradó mucho este consejo que Patronio le dio, siguió sus
enseñanzas y le fue bien.
Y viendo don Juan que este cuento era muy bueno, lo mandó poner en este
libro y compuso unos versos que dicen así:
Evitad la mentira y abrazad la verdad
que su daño consigue el que vive en el mal.
Conde Lucanor
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