Jesús levantó los ojos al cielo y dijo:
Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique a ti; y, por el poder que le has dado sobre toda la humanidad, haz que dé la vida eterna a todos los que le has confiado.
Rezo por ellos; no rezo por el mundo, sino por los que me has dado, porque te pertenecen. Yo les he transmitido tu palabra y el mundo los ha odiado, porque no pertenecen al mundo más que yo al mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del maligno.
No pertenecen al mundo, como tampoco yo pertenezco al mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo los he enviado al mundo, y por ellos me consagro para que también ellos sean consagrados en la verdad.
No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, con sus palabras, creerán en mí. Que todos sean uno. Padre, que sean uno en nosotros, como tú estás en mí y yo en ti, para que el mundo crea que fuiste tú quien me envió. Les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno. Conmigo en ellos y tú en mí, que sean tan completamente uno que el mundo se dé cuenta de que fuiste tú quien me envió y de que los he amado tanto como tú a mí. Padre, quiero que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy, para que vean siempre la gloria que me has dado porque me has amado antes de la fundación del mundo".
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