Desde
el mediodía, las tinieblas invadieron toda la tierra hasta las tres de
la tarde. Y a eso de las tres, Jesús gritó con gran voz: "Elí, Elí, lema
sabactani?", es decir, "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?".
Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza y exhaló su último aliento.
Cuando
el centurión y los que estaban con él vigilando a Jesús vieron lo que
ocurría, se aterraron y dijeron: "Verdaderamente este hombre era el Hijo
de Dios".
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