Serie Turca en Netflix recomendada
"Nos conocimos en Estambul" - 2020 -
Por Netflix.
Una serie estupenda, exquisita y sutil. De lo mejor que hoy se puede ver por estos días.
Las razones a mí entender son varias, pero diría para empezar que sorprende la similitud entre ese paisaje elegido de Turquía con lo que ofrece por ej. mi Tucumán, donde convergen zonas rurales de la más primaria economía y la más moderna urbe. El espectro simbólico-cultural elegido nos regala un paisaje de petits producciones agropecuarias de donde surge, x ej, el "pan amasado" con el cual Meryem (la protagonista) busca costear su espacio terapéutico con la Dra. Peri.
Cada personaje nos brinda perspectivas diferentes desde donde realizar una lectura. Voy a focalizar solo en un par de ellos.
Como bien señala Miquel Bassols (abajo) el Sr. Sinan, propietario de la casa a donde Meryem trabaja haciendo tareas domésticas, es una autoridad extraviada en su deseo y sometida a un goce que encuentra su punto ilustrativo en el vínculo fetichista que teje con el pañuelo de Meryem (objeto que también será significativo para otros personajes, pero con una valencia diferente). Las mujeres circulan por su vida de picaflor, todas menos su entronizada madre, quien lo empequeñece a partir de su demanda de nietos, quedando diminuto en un hermoso depto que cada vez le resulta insoportablemente más magno.
Las instituciones de la época de la existencia del padre persisten en estos tiempos ofreciendo el clásico corset de la moral religiosa, desde donde cada singularidad buscará escabulllirse para arreglárselas con la pregunta por su deseo. Meryem sostiene un espacio con su psiquiatra a espaldas de la tradición familiar que ubica en el consejero religioso el poder de dar respuestas ante los sismos que se generan en los anclajes existenciales. Un cruce que Lacan supo advertir y leer en 1965 cuando en "La ciencia y la verdad" trazó las coordenadas por las cuales la religión ubicará en Dios la causa final y qué consecuencias tiene ello para los sujetos.
Cada una de las pequeñas historias llevan esta marca, una tensión constante entre una tradición que nunca cesa de retornar y una posmodernidad que no brinda soluciones alternativas para todos, por más universalizante que se presente como discurso. Y allí el pañuelo hará signo: el del goce a segregar para una, de aquello que esclaviza y del cual hay que despojarse para otra, como también de los asuntos de familia ocultos que se irrumpen en modo colérico en otro caso. Pero siempre singular, siempre uno por uno.
ML.
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