Los dos textos de Umberto Eco dedicados a los temas de este título son por varias razones singulares: no constituyen otra historia del arte, son una antología, una reseña, de textos que reconstruyen las ideas de belleza y de fealdad que se han manifestado y discutido a lo largo de la historia de Occidente. Por esto se hace la antología, la reseña, desde una sensibilidad actual, por ello estos textos conforman, a nuestro modo de ver, una estética.
La belleza es vista en la naturaleza, en el cuerpo humano, en los astros y en muchas otras cosas y para esto se recurre a los textos de filósofos, científicos, escritores, místicos, teólogos, a los testimonios de los artistas, pero a través de estos documentos se puede entrever también el sentir que de la belleza ha tenido la gente ordinaria, a lo largo de las épocas, sin obviar las contradicciones y conflictos que se pueden observar en una misma época.
La fealdad, en cambio, como podremos ver, no ha sido definida por filósofos y artistas en extensos tratados sino en alusiones marginales, por esto una historia de la fealdad no puede basarse en testimonios teóricos sino en la misma representación visiva y verbal de cosas y personas consideradas feas. Para esto el autor se remite y se limita a la cultura occidental, para evitar confusiones y porque considera que los conceptos de belleza y fealdad son relativos a los periodos históricos y a las culturas particulares. Y en esto intervienen, además, criterios políticos y sociales, no estéticos.
La belleza es vista en la naturaleza, en el cuerpo humano, en los astros y en muchas otras cosas y para esto se recurre a los textos de filósofos, científicos, escritores, místicos, teólogos, a los testimonios de los artistas, pero a través de estos documentos se puede entrever también el sentir que de la belleza ha tenido la gente ordinaria, a lo largo de las épocas, sin obviar las contradicciones y conflictos que se pueden observar en una misma época.
La fealdad, en cambio, como podremos ver, no ha sido definida por filósofos y artistas en extensos tratados sino en alusiones marginales, por esto una historia de la fealdad no puede basarse en testimonios teóricos sino en la misma representación visiva y verbal de cosas y personas consideradas feas. Para esto el autor se remite y se limita a la cultura occidental, para evitar confusiones y porque considera que los conceptos de belleza y fealdad son relativos a los periodos históricos y a las culturas particulares. Y en esto intervienen, además, criterios políticos y sociales, no estéticos.
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